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Publicado el:  11 December, 2020
Identificación Digital: La llave para prestar servicios digitales en tiempos de pandemia

Por Arturo Muente Kunigami

Más de 20 años de experiencia en desarrollo abierto, telecomunicaciones y servicios financieros. En la actualidad, se desempeña como Especialista Senior en Modernización del Estado en el Banco Interamericano de Desarrollo. Es economista por la Universidad del Pacífico (Perú) y tiene un MBA de Emory University (EEUU). Puedes seguir a Arturo en Twitter @n0wh3r3m4n


En 1993, una caricatura de la revista The New Yorker presentaba a dos perros sentados frente a una computadora. Uno le decía al otro: “en Internet, nadie sabe que eres un perro”. Han pasado 27 años y las cosas no han cambiado mucho: en muchos espacios de interacción en Internet, no sabemos con total seguridad quién (o qué) está al otro lado.

¿Qué implicancias tiene esto? ¡Muchas! Imaginen cualquier servicio que se pueda brindar de manera remota por Internet. Envíos, pagos, citas, viajes, servicios financieros… ahora, las preguntas clave son: ¿puede el proveedor brindar este servicio cuando no tenemos certeza sobre quién está al otro lado de la comunicación? Si no es posible, ¿cómo limita esto la capacidad del usuario de realizar transacciones en línea? En último término: ¿cómo limita la falta de una identidad digital funcional la oferta y la demanda en la economía digital?

La crisis sanitaria del COVID-19 ha cambiado nuestra percepción de los servicios en línea: realizar transacciones en Internet ya no es un lujo, es una necesidad. En muchos casos, tener que ir a una oficina o agencia bancaria a recibir un pago o subsidio en vez de hacerlo en línea puede exponernos innecesariamente al virus. Y si bien es cierto que en América Latina y el Caribe existen otras barreras (baja penetración de servicios de internet, baja bancarización…), existe una condición necesaria para cualquier transacción en línea: un sistema confiable y robusto de identificación digital.

El rol de la Identificación Digital

La identificación digital es un mecanismo que permite saber, en el ámbito de la economía digital, si al otro lado de la computadora hay una persona, y verifica que esa persona es quien ella o él dice ser. Desde el inicio de la crisis sanitaria, muchos países han acelerado la migración a plataformas en línea para facilitar servicios on-line.  Sin embargo, uno de los principales obstáculos ha sido la posibilidad de crear un esquema de identificación digital: en general, pocos países de la región cuentan con un servicio transversal de identificación digital.

¿Qué deben tener en cuenta los países para instalar un sistema de identificación digital de manera acelerada?

  1. Existencia de sistemas de identificación. Si bien en América Latina son pocos los países con un sistema de identificación digital operativo, aquellos con algún tipo de sistema de identificación (generados al registrar datos biográficos de un recién nacido en el registro civil) de calidad, robusto y confiable tienen terreno ganado para avanzar con la generación de credenciales digitales. Y como hemos discutido antes, un buen sistema de identificación empieza y termina con un buen sistema de registro civil.
  2. Proceso de registro durante la cuarentena. Todos los países, incluso aquellos que ya cuentan con un sistema de identificación digital, han visto la necesidad de habilitar un proceso de registro para nuevos usuarios que minimice (o elimine completamente) la necesidad de desplazamiento físico de los ciudadanos. Algunas opciones que merecen ser exploradas son el uso de videoconferencias como es el caso de España o de la provincia de British Columbia en Canadá, donde los ciudadanos además pueden obtener sus credenciales a través de un video grabado (en inglés).
  3. Enfocarse en todo el ciclo de vida de la identificación digital. Si bien es importante tener en cuenta el proceso de registro y emisión de las credenciales de identificación digital, también es importante asegurar procesos de autenticación seguros y confiables. El nivel de seguridad del proceso de autenticación (es decir, qué tan seguros estamos de que la persona que está al otro lado de una transacción es la titular de las credenciales que está usando) también debe ser considerado a la hora de determinar el tipo de servicios a los que esa persona podrá acceder. Por ejemplo, un proceso de autenticación que consiste en un nombre de usuario (o correo electrónico) y una contraseña simple tiene un nivel de seguridad menor a uno que incluye una contraseña compleja (más de 10 caracteres con obligación de usar números, letras mayúsculas y minúsculas y caracteres especiales) que haya que cambiar periódicamente más un segundo factor (el uso de un “token” físico o digital, o el envío de un código aleatorio que se pueda usar una sola vez y por un corto tiempo y a un número celular).
  4. Diseño flexible orientado al ciudadano. La habilitación de una identificación digital debe hacerse pensando en los ciudadanos. Por ejemplo, el proceso de autenticación con dos factores es mucho más fácil de usar que una firma digital con certificados vinculados a una tarjeta con chip, aunque este último es considerado más seguro. Países que han emitido tarjetas de identificación con chip han descubierto que el mayor nivel de seguridad de la tecnología trae consigo otras complicaciones que hace que los ciudadanos no adopten su uso de manera masiva (hardware para leer los chips, instalación de software, restricciones en el navegador… etc.). En este sentido, los marcos jurídicos deben ser lo suficientemente flexibles como para aceptar esquemas que permitan el uso masivo de la identificación digital a través de la definición de diferentes niveles de seguridad. En Europa, por ejemplo, la normativa de Identidad Digital y Servicios de Confianza (eIDAS) define tres niveles de seguridad para sistemas de identificación electrónica: bajo, sustancial y alto.
  5. Uso (transversal) de la identificación digital. Es importante que el sistema de identificación digital se pueda integrar a los distintos servicios que se prestan en línea. Si bien esto dependerá mucho del esquema de gobernanza de las plataformas de servicios digitales, lo cierto es que la utilidad de un sistema de identificación digital viene dada por el nivel de uso. Por eso, es recomendable que se cuente con un solo sistema de identificación digital. Lastimosamente, en algunos países, a falta de un esquema de gobernanza transversal, distintas entidades implementan su propio sistema de identificación digital, lo cual no sólo es un gasto ineficiente, sino que también genera barreras de uso por el lado del usuario y limita la posibilidad de intercambiar información de manera eficiente y segura entre entidades para mejorar la calidad del servicio al ciudadano.
  6. Coordinación Interinstitucional. Así como no es recomendable que cada entidad tenga su propio sistema de identificación, hace sentido que la entidad encargada de gobierno digital coordine con aquella encargada de registro civil y/o de los sistemas de identificación. Si bien puede sonar obvio, existen algunos países donde la gobernanza de la identificación digital está descentralizada, lo que genera costos innecesarios y perjudica el nivel del servicio prestado al ciudadano.

La pandemia del COVID-19 ha exigido a muchos países la migración de sus plataformas de servicios a un entorno en línea. Para poder hacerlo, sin embargo, contar con un esquema robusto y confiable de identificación digital es condición necesaria (aunque no suficiente). La velocidad a la que un país podrá avanzar en este frente dependerá de tres factores. Primero, los sistemas de identificación existentes y su integración a las estrategias digitales. Segundo, la flexibilidad en la implementación, considerando las diferentes etapas de un proceso de identificación digital y la experiencia del ciudadano. Tercero, la implementación de servicios en línea que utilicen la identificación digital para permitir transacciones con el gobierno de manera remota.

*Tomado de Gobernarte, de BID

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